Prehistoria

La prehistoria peninsular se refiere a la vida en la península Ibérica de las distintas comunidades allí asentadas antes del inicio de los denominados tiempos históricos, de los cuales ya se conservan testimonios escritos. El término de prehistoria puede resultar equívoco, pues en esa etapa de la vida de la humanidad también hubo cambios, es decir, movimiento histórico.

El Paleolítico

Durante el período denominado Paleolítico, el más extenso de la Prehistoria, la vida humana era muy difícil. La influencia de las condiciones naturales sobre el hombre fue muy acusada, siendo de destacar el papel de las glaciaciones. Los escasos grupos de habitantes asentados en la península Ibérica vivían de la recolección, la caza y la pesca. Eran nómadas, que se alojaban en campamentos o cuevas y se desplazaban en función de la búsqueda de alimentos. Lo que recogían pertenecía a la comunidad, dentro de la cual no había división del trabajo ni diferencia de riquezas de unos individuos a otros. En las comunidades, las relaciones de parentesco eran muy estrechas y el papel de las mujeres muy destacado. En cuanto al mundo espiritual todo quedaba reducido a ciertas prácticas de tipo mágico.

A lo largo del Paleolítico se pueden distinguir tres periodos bien diferenciados: inferior, medio y superior. El Paleolítico inferior, el más antiguo, estuvo protagonizado desde el punto de vista humano por los Pitecantrópidos, siendo una etapa de contacto con el norte de África. El Paleolítico medio, o Musteriense, se caracteriza por una relación estrecha con Europa. El tipo humano de la época es el hombre de Neanderthal, del que se han conservado restos óseos en Gibraltar y Bañolas (Girona). En el Paleolítico superior, época del Homo Sapiens, hubo en la península Ibérica una mayor diversidad de culturas, destacando la llamada Magdaleniense, que se extendió por la zona cantábrica.

El Neolítico

Este período fue una auténtica revolución en las condiciones de vida de las comunidades prehistóricas. La actividad agrícola suponía un aumento de los excedentes, lo que a su vez posibilitaba el crecimiento de la población, el desarrollo del comercio, la división del trabajo y la aparición de la propiedad privada. Todo este conjunto de transformaciones dio paso a su vez a la aparición de las ciudades y del poder político propiamente dicho. No obstante, en la península Ibérica este proceso fue mucho menos espectacular que en otras regiones del globo.

Las primeras comunidades peninsulares con caracteres neolíticos se fechan hacia el año 4500 a.C. y se localizan en la costa oriental, lo que revela su origen exterior. En el sureste de la Península se ha podido señalar la existencia sucesiva de tres importantes culturas, denominadas de Almería, de los Millares y del Argar. La cultura de Almería, la más antigua, fue testigo de la llegada a la Península de la agricultura y de la ganadería. La cultura de los Millares, desarrollada entre el 2700 y el 2500 a.C. aproximadamente, tenía estrechos contactos con el Mediterráneo oriental y destaca por las construcciones megalíticas y el famoso vaso campaniforme. Esta pieza de cerámica, en forma de campana invertida, tuvo una enorme difusión por el resto de la Península y buena parte de Europa. La cultura del Algar, que se fecha hacia el 1700 a.C., es época de grandes cambios, siendo el principal el uso de los metales, lo que explica que se llame también cultura del Bronce pleno.

En el período Neolítico, que conoció un importante aumento de la población, la base de la economía era la actividad pastoril y una agricultura incipiente. En general se practicaba la agricultura de azada. Los cultivos principales eran el trigo, la cebada, las habas, el mijo y el lino, mientras que la vid y el olivo crecían silvestres. En cuanto a los animales domésticos figuran el cerdo, las vacas, las ovejas y las cabras, pero no el caballo. Un importante paso adelante fue el trabajo del cobre, que se extraía fundamentalmente en la zona suroriental y en la suroccidental, y del que hay numerosos testimonios arqueológicos. Al parecer hay una estrecha relación entre la difusión del cobre, que se efectuaba por vía marítima, y los monumentos megalíticos.

Por lo que respecta a la organización social se pasó en esta etapa de la vida en cuevas a poblados fortificados, con cabañas circulares u ovales, como las de los Millares. El estudio de las necrópolis y del ajuar de las tumbas demuestra que en un principio se practicaban los enterramientos colectivos y que no había diferencias sociales dentro de la comunidad.
Pero desde la época del Bronce pleno, los enterramientos son individuales y las diferencias sociales notorias. En el Neolítico peninsular no había auténticas ciudades, aunque algunos poblados (por ejemplo, los Millares, habitado por unas 2.000 personas) fueron más tarde activados por la presencia de los pueblos colonizadores. Desde el punto de vista espiritual, en el Neolítico había prácticas y ritos relacionados con la fecundidad y la fertilidad. Las construcciones megalíticas eran la expresión de concepciones religiosas.

El vaso campaniforme, pieza de cerámica correspondiente al Neolítico peninsular, tuvo una enorme difusión por todo el occidente de Europa

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Poblado de los Millares (Almería)
Las excavaciones arqueológicas han permitido entrar en contacto con viejos núcleos de asentamientos prehistóricos que florecieron en el tercer milenio a.C.

Los más viejos testimonios de la presencia del hombre en la península Ibérica son los restos antropológicos del yacimiento Gran Dolina de Atapuerca, en la provincia de Burgos, cuya antigüedad se remonta a casi un millón de años. Con ellos se inaugura la primera edad de la prehistoria, el paleolítico, en cuyas postrimerías se sitúa, por cierto, otra de las más brillantes manifestaciones hispánicas del cuaternario: el arte rupestre de los cazadores, tan bien ejemplificado en la cueva cántabra de Altamira. En torno al 5000 a.C. y en el marco de la cultura de la cerámica cardial del Mediterráneo occidental, arraigó el neolítico, teniendo lugar la aparición de la agricultura y la ganadería, así como otros avances técnicos, caso de la piedra pulimentada, el tejido o la alfarería. Dos milenios después, casi todo el solar ibérico fue escenario de una espectacular eclosión de dólmenes o sepulturas megalíticas, y hacia el 2500, en el seno de la civilización almeriense de Los Millares, ya incipientemente metalúrgica, se va a atestiguar el surgimiento de los primeros poblados estables, inclusive fortificados. Este sustrato indígena peninsular, que alcanza su madurez en el bronce pleno cuando, por ejemplo, en el sureste se desenvuelve la cultura de El Argar, adquirió en torno al año 1000 a.C. un carácter más cosmopolita como consecuencia, entre otros factores, de la pujanza del comercio atlántico, de la inyección demográfica de grupos invasores de origen centroeuropeo (como los pueblos de los Campos de Urnas, que llegaron atravesando los Pirineos) y, sobre todo, de la colonización del sur y del este peninsular por parte de comerciantes de origen semita, los fenicios, que aportaron a Occidente el conocimiento del hierro y de la escritura, así como la civilización urbana. Las poblaciones indígenas andaluzas y levantinas, ganadas por esta última influencia y en menor medida por el impacto colonial griego, se vieron inmersas desde el siglo VII a.C. en un proceso de orientalización que acabó forjando la cultura ibérica con la que contactaron cartagineses y romanos en las Guerras Púnicas. En el interior y en el norte de la península, por el contrario, se desenvolvieron pueblos prerromanos muy diferentes, celtíberos y celtas según las fuentes, en los que el influjo de la cultura de La Tène y la tradición continental de los Campos de Urnas jugaron un papel de mayor relevancia.

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Prehistoria en la Península Ibérica

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Primeros antepasados

La historia de la presencia humana en la península ibérica se remonta a unos 800.000 años, tras el descubrimiento de uno de los primeros antepasados de los seres humanos en el yacimiento de la Gran Dolina en Atapuerca, Burgos y al que se le ha bautizado como Homo antecessor. Además de en Atapuerca, se han encontrado restos en la península en Cúllar-Baza, en la provincia de Jaén y en la zona del río Manzanares en Madrid

Mucho más reciente es la presencia del hombre de Neanderthal, datando en unos 60.000 años sus primeros restos en Gibraltar. Hace 40.000 años aparecen los primeros restos en la península del Homo sapiens.

Las culturas más antiguas

Durante el Paleolítico Superior, hace unos 16.000 años, la cultura Magdaleniense estaba presente en Asturias, Cantabía y parte del País Vasco, cuya aportación más notable lo representan las pinturas rupestres de las Cuevas de Altamira. Se data presencia en el norte que ocupaba desde el río Nalón hasta el pirineo occidental. También se encuentran asentamientos en lo que hoy es Cataluña, Valencia, Murcia y Andalucía occidental. Al Paleolítico Medio pertenecen las pinturas rupestres encontradas en la zona mediterránea de la península, fundamentalmente en lo que hoy es la provincia de Castellón y que están datadas hacia el año 10.000 aDC.

Hacia el 5500 aDC aparece en la península la cultura Campaniforme. En torno al 3700 aDC aparece la cultura megalítica, con presencia desde lo que sería hoy la zona de Almería, haciendo un semicírculo hasta el norte de España en el sentido de las agüjas del reloj. Aparece la agricultura y se reduce la actividad errante de las tribus.

Para la aparición de culturas que usan los metales debemos esperar en torno al año 3000 a 2500 aDC. Su distribución geográfica es mayor y se considera que la búsqueda de los metales trajo flujos migratorios importantes, destacando Los Millares en Almería, con una gran fortificación, y en el curso del río Tajo en la zona portuguesa actual. Será en la misma Almería donde se encontrará una cultura bien asentada, la agárica (que toma su nombre del río Agar), hacia el 1500 aDC con gran producción minera.

En cualquier caso, este periodo se caracteriza por apariciones y desapariciones de procesos culturales y tecnológicos con escaso impacto en el desarrollo ulterior del pueblo íbero y celta.

Colonización desde oriente

La costa peninsular oriental fue ocupada primero por los fenicios, aproximadamente hacia el 700 aDC. Fundan Gadir (Cadiz), Malaca (Málaga), y Abdera (Adra, en la actual provincia de Almería), llenando la costa mediterránea de factorías.

Los griegos se instalan más al norte de la costa, en Rhodes (Rosas) y Emporion (Ampúrias), en la actual zona de Cataluña.

Pueblos nativos

Es el momento en el que aparece Tartesos como civilización en el valle del Guadalquivir. Los datos históricos aportados por los griegos nos hablan de dos culturas presentes: celtas e iberos (llamados así por encontrarse cerca del río Ebro, al que llamaban Iber), unos al norte y otros al sur. Junto a estos convivían en la península los celtíberos en la zona central de la Meseta, con la capital en Numancia, lusitanos, galaicos, astures, cántabros y vascónes.

En un libro publicado en el año 2022, Esther Rodríguez intenta descifrar algunos de los enigmas que envuelven la desaparición de la cultura tartésica con una nueva teoría.

El enigma de Tartessos: la teoría que explicaría su desaparición

Los rostros del Tarteso, el histórico hallazgo

Gran hallazgo en el Turuñuelo: los cinco primeros rostros humanos de la cultura tartésica.

Un hallazgo único y excepcional. Un hito para los investigadores del yacimiento de Casas del Turuñuelo, pero también para la historia del arte y para el estudio de la civilización tartésica que dominó el Mediterráneo en el siglo V a. C. El Instituto de Arqueología de Mérida volvió a sorprender este año con la presentación de los que serían los primeros rostros del Tarteso, las primeras representaciones humanas atribuibles a la primera civilización de Occidente, a caballo entre la Edad de Bronce y la Edad de Hierro, entre los siglos XII y V a. C.

«Es la primera vez que le ponemos un rostro, aunque sea un rostro idealizado. Pero más importante que eso es que es la primera vez que vemos las arracadas (un tipo de pendientes) o las diademas que portaban», fueron las palabras antes la prensa de Esther Rodríguez, la codirectora de esta investigación en el yacimiento de Casas del Turuñuelo (Guareña, provincia de Badajoz).

Lo que se encontraron fueron los fragmentos de cinco cabezas que pertenecen a lo que se cree que sería un relieve que narra una historia. Dos de los rostros representan a mujeres.

El hallazgo tuvo lugar en el mes de abril y la noticia dio la vuelta al mundo. El Turuñuelo seguirá dando alegrías en 2024.

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