Almudena Cid: Me obligan a tirar la toalla

Almudena Cid: Me obligan a tirar la toalla

La gimnasta recoge sus «bártulos» en la hora de la retirada

Han sido quince años de sacrificio, pero de los que dice no arrepentirse en absoluto y eso que su retirada, con tan solo 21 años, ha sido casi una «prejubilación obligada» por la falta de interés de la Federación Española de Gimnasia Rítmica que parece olvidarse que después de la sempiterna Almudena Cid se puede presentar un largo desierto ante la falta de nuevos talentos.

Desde luego que la vida de la gimnasta leonesa no ha sido ni mucho menos sencilla. Ha tenido que convivir dentro de un hogar marcado por la discapacidad auditiva sordomudos de sus progenitores, pero su carácter jovial y tremendamente optimista le ha hecho superar mil y una trabas para llegar a la cima de un deporte que en nuestro país ha cosechado más de un éxito a nivel internacional. Cuando tan solo era una niña formó parte del grupo del Club Ritmo que tenía que entrenarse bajo condiciones inhumanas en una iglesia abandonada.

Paso a paso, casi de puntillas, como si de un ejercicio se tratara fue creciendo bajo la batuta de Ruth Fernández, que «pulió» este diamante en bruto hasta hacerle llegar a lo más alto dentro del tapiz a nivel nacional. Cuando ya era toda una realidad tuvo que dar el salto y aceptar «un poco a regañadientes» soltarse de todo este grupo donde se sentía identificada y también protegida para pasar a competir con lo más granado de la gimnasia en España.

Durante seis años formó parte del equipo nacional, donde ha habido etapas de altibajos que al final le han empujado a optar por una retirada prematura. «Siempre, desde el principio, he hecho gimnasia porque me gustaba, pero después de haber tenido momentos malos he dicho basta y punto». Aprovechó un acto más que emotivo, como la primera Gala Autonómica de Gimnasia Rítmica, para anunciar su adiós a la alta competición en su tierra natal. A pesar de ser una deportista muy fuerte mentalmente, al final no ha podido soportar los continuos desdenes desde la Federación que, en muchos momentos, ha ninguneado a una de las gimnastas llamadas a ser la referencia cuando Almudena Cid decida colgar su malla. «Ha sido mucho esfuerzo, en muchos momentos en la sombra y por eso al final he optado por tirar la toalla porque no merecía la pena seguir luchando por un imposible».

Sin «padrino»

Aunque poco a poco vaya olvidando la decepción y quiera pasar página en su, todavía corta vida, lo cierto es que a Carolina se le negó la posibilidad de continuar una progresión que se aventuraba más que prometedora. La apuesta desde los responsables federativos siempre fue por otra gimnasta, quizá con peor ranking, pero sí con algún «padrino», fundamentalmente por el mayor peso del club al que perteneciera.

Pero a pesar de los continuos cambios de entrenadora, de no ser convocada para algunas competiciones internacionales al final le surgiría la opción de participar en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Eso sí, la oportunidad le llegaría en conjuntos cuando ella siempre había destacado desde la más temprana infancia en los diferentes aparatos individualmente- y el éxito se concretó en la obtención de un brillante diploma olímpico (7ª posición). Este, junto al quinto puesto en un Mundial y Europeo y los cuatro títulos nacionales individuales -el primer Campeonato de España con tan solo 10 años-, es el gran bagaje que se lleva Carolina.

A las puertas de Pekín 2008

Pero a la gimnasta leonesa le hubiera gustado poner el colofón con su presencia en otras Olimpiadas y en los siguientes mundiales de Japón en 2009. No pudo ser, aguantó hasta el límite, pero finalmente las posturas «políticas» de la Federación acabaron por ser un pesado lastre que soportar. Y eso que Carolina no puede tener sino palabras de admiración y agradecimiento hacia la, quizá, mejor gimnasta española de todos los tiempos. «Almudena es una enorme deportista que a pesar de su edad 27 años sigue manteniendo la misma energía y ganas». De hecho, la leonesa era una de tantas gimnastas que en más de una ocasión llegó a pedirle autógrafos, aunque, eso sí, defienda su propio estilo sobre el tapiz. «Me gusta y me siento orgullosa de mi forma de hacer gimnasia, es muy personal, quizá no sea muy rápida ni tan contorsionista como otras, pero siento mucho la música y lo intento plasmar con expresividad». Ha vivido momentos sublimes, otros que ya dice haber olvidado, pero lo que tiene claro es que ha disfrutado de la vida «de otra manera, por eso no me arrepiento de nada, porque este deporte me ha permitido conocer a gente increíble y también me ha ayudado a crecer como persona».

Al margen de ponerse al día en el cumplimiento de promesas aparcadas como continuar sus estudios universitarios Nutrición o Enfermería y obtener el permiso de conducir, en la gimnasia también emprende un nuevo camino en el que ha buscado volver a sus orígenes. Impartirá clases de ballet «que suele ser una de las carencias de las niñas» en el Club Ritmo, el que nunca le falló. Eso sí, será una más a la hora de seguir clamando por unas condiciones más dignas («al menos con calefacción») para la práctica de este deporte de las que se beneficien las que un día pueden convertirse en sus herederas.

abc.es, 03.01.08

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