La educación universitaria

El sistema de la educación universitaria española es totalmente diferente al nuestro. Lo que de entrada sorprende es que no se precisa pasar ningún examen para ingresar en la Universidad.

Todo depende de la prueba final que se toma al acabar el Bachillerato. Pero el ingreso en la Universidad no equivale a ingresar en la carrera que se elija: distintas facultades admiten notas mínimas diferentes. Estas notas cambian de año en año. Por ejemplo, para estudiar Ingeniería de Telecomunicaciones se necesitó en 1990 una nota de al menos 7,8 (sobre 10) en Madrid. Teniendo una nota bastante alta, uno puede escoger entre varias universidades. Sobre todo, si no hay límite de plazas.

La cantidad de alumnos en el curso también es alucinante. A veces llega a unos nueve o diez mil. En un grupo medio estudian 80 personas, y si son grupos de idioma, algo menos de 40. No es extraño, pues, que provoque quejas entre los estudiantes. Al mismo tiempo la masividad de la educación universitaria es objeto de orgullo de la administración. Aproximadamente 15-20 % de estudiantes tienen becas.

Cada carrera presupone un cierto número de cursos obligatorios y facultativos. Cada uno tiene que distribuirlos a lo largo de su carrera, según lo considere necesario. La única restricción son los créditos que más o menos equivalen a la importancia de la asignatura, y las tiene que haber una cierta cantidad cada año.

Por eso cualquier año escolar comienza con rellenar los planes de estudio, en los que uno apunta las asignaturas que va a estudiar. El junio es la época de la primera convocatoria, es decir, de los examenes. Si el alumno suspende algún examen, tendrá que repetirlo durante la convocatoria de septiembre (no olvidemos que los estudios en la universidad comienzan en octubre). Y si vuelve a suspenderlo, tendrá que volver a matricularse en esa asignatura.

Las asignaturas suspendidas se van sumando a las restantes, formando así una larga cola. Hay casos cuando al llegar al quinto curso, uno se queda con once o doce asignaturas para aprobar (se llaman asignaturas pendientes). Entonces lo que se hace es simplemente continuar estudiando uno o dos cursos más. Los más perezosos acaban la carrera en ocho o incluso nueve años.

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