La Hispania Romana

La Hispania Romana

Hispania

Hispania era el nombre dado por los Romanos a la Península Ibérica, y a dos de las tres provincias romanas que crearon ahí: Hispania Baetica e Hispania Tarraconensis (siendo la tercera Lusitania). Posteriormente se le unió Hispania Nova.

Hispania y sus habitantes

El término Hispania es latino, el término Iberia es exclusivamente griego. Decir español por iber o por hispanus es cometer una falta de pertenencia pues lleva consigo diferencias de época y de ambiente. En los textos que se conservan de los romanos éstos emplean siempre el nombre de Hispania (citada por primera vez hacia el 200 adC. por el poeta Quinto Ennio), mientras que en los textos conservados de los griegos éstos emplean siempre el nombre de Iberia.

Se sabe que los fenicios y los cartagineses llamaron a la Península con el nombre de Span o Spania, con el significado de oculto (país escondido y remoto). Existe otra versión de que el nombre proviene del término fenicio I-shphanim que literalmente significa: 'de damanes', (shphanim, es la forma plural de shaphán, 'damán', Hyrax syriacus) que fue con este vocablo con el que los fenicios decidieron, a falta de un nombre mejor, denominar al conejo, Oryctolagus cuniculus, animal poco conocido por ellos y que abundaba en extremo en la península. Otra versión de esta misma etimología sería Hi-shphanim, 'Isla de conejos' (o, de nuevo literalmente, damanes). Por otra parte no era el único bicho que llamaba la atención por su abundancia. Los griegos llamaron a la Península Ophioússa que significa 'tierra de serpientes', y lo cambiaron por Iberia, pues iber era una palabra que escuchaban constantemente entre los habitantes de la península. Es un término geográfico pero no se le puede asignar en concreto al río Ebro pues se encontraba esta palabra también por toda la Andalucía actual. Algunos lingüistas piensan que significaba simplemete río. En realidad no se sabe bien.

Gran parte del conflicto entre cartagineses (fenicios) y romanos tuvo como escenario las tierras de Iberia, la Península. El conflicto se manifestó en lo que se llamaron guerras púnicas y que terminaron con el triunfo de Roma. Entonces los romanos tomaron contacto con Iberia, pero para denominarla eligieron el nombre que ellos oían a los cartagineses, Ispania, al cual más tarde añadieron una H, como también añadieron una H a Hiberia. Además de la H utilizaron el plural, Hispanias, como utilizaron el plural en las Galias. Fue la primera provincia donde los romanos entraron y la última acabada de dominar por Augusto.

Los romanos dividieron al principio las Hispanias en dos provincias (197 adC., regidas por dos pretores, la Citerior, al norte del Ebro, y la Ulterior al sur. Las largas guerras de conquista duraron dos siglos; es lo que se conoce como romanización. Con la conquista se cortó el curso de la civilización indígena que fue sustituida por la heleno-latina. A través de estos dos siglos hubo muchos conflictos:

Guerras de independencia en que los iberos y otros pueblos (primeros pobladores de la península) fueron poco a poco vencidos y dominados a pesar de las grandes gestas protagonizadas por la ciudad de Numancia o por el caudillo Viriato y otros.

Guerra dirigida por Sertorio, pretor de la Hispania Citerior, desde donde desafió con éxito el poder de Roma.

Guerra civil entre César y Pompeyo, que se llevó a cabo en gran parte en territorio de Hispania.

Campañas de César y de Augusto para someter a los galaicos, astures y cántabros.

Finalmente llega la pax augusta. Hispania es dividida en tres provincias. Es el siglo I adC. En este momento aparecen dos escritores cuya obra han tenido muy en cuenta los historiadores de todos los siglos: el geógrafo Estrabón y el historiador universal Trogo Pompeyo. Ambos dedican en sus obras sendos capítulos a las Hispanias.

Estrabón habla de Iberia en su libro III de Geografía y allí comenta:

Algunos dicen que las designaciones de Iberia e Hipania son sinónimas, que los romanos han designado a la región entera (la península) indiferentemente con los nombres de Iberia e Hispania, y a a sus partes las han llamado ulterior y citerior.

Trogo construye toda una imagen sobre sus habitantes:

Los hispanos (de Hispania) tienen preparado el cuerpo para la abstinencia y la fatiga, y el ánimo para la muerte: dura y austera sobriedad en todo (dura omnibus et adstricta parsimonia). [……] En tantos siglos de guerras con Roma no han tenido ningún capitán sino Viriato, hombre de tal virtud y continencia que, después de vencer los ejércitos consulares durante 10 años, nunca quiso en su género de vida distinguirse de cualquier soldado raso.

Otro historiador romano llamado Tito Livio (59 adC a 17 ddC), escribe también sobre el carácter del hombre hispano, tal y como él lo veía:

Ágil, belicoso, inquieto. Hispania es distinta de Itálica, más dispuesta para la guerra a causa de lo áspero del terreno y del genio de los hombres.

Lucio Anneo Floro (entre los s. I y II), que fue un historiador amigo del emperador Adriano, también hace sus observaciones:

La nación hispana o la Hispania Universa, no supo unirse contra Roma. Defendida por los Pirineos y el mar habría sido inaccesible. Su pueblo fue siempre valioso pero mal jerarquizado. Valerio Máximo la llamó fides celtiberica. Según esta fides, el ibero consagraba el alma a su caudillo y no creía lícito sobrevivirle en la batalla. Es la conocida devotio o dedicación ibera de los comienzos del imperio romano. (En la Edad Media tuvieron muy en cuenta esta fidelidad de los celtíberos a la que llamaron para sí lealtad española).

Más tarde, en el siglo IV, surge otro escritor, un retórico galo llamado Pacato que dedica parte de su obra a describir esta península, Hispania, su geografía, clima, habitantes, soldados, etc., y todo ello con grandes alabanzas y admiración. Pacato escribe:

Esta Hispania produce los durísimos soldados, ésta los expertísimos capitanes, ésta los fecundísimos oradores, ésta los clarísimos vates, ésta es madre de jueces y príncipes, ésta dio para el Imperio a Trajano, a Adriano, a Teodosio.

En su época sale a la luz una obra que se llama Expositio totius mundi en que se describe a Hispania como Spania, terra lata et maxima, et dives viris doctis (Spania, tierra ancha y vasta, y con abundantes hombres sabios). En estos momentos es cuando el nombre de Hispania alterna ya con Spania.

Pablo Orosio (390-418) hitoriador, discípulo de San Agustín y autor de Historiae adversus paganus, la primera Historia Universal cristiana, comenta al referirse a la acción reprobable de un pretor:

Universae Hispaniae propter Romanorum perditiam causa maximi tumultus fuit.

Para Orosio Hispania es una tierra con una vida colectiva con valores propios.

Con el tiempo este topónimo va a derivar en la voz España que designará la unidad geográfica de la península, más las conquistas de Baleares y Canarias a su debido tiempo. También ocurrirá a lo largo de la Historia que una pequeña extensión del oeste peninsular se convertirá en un nuevo reino llamado Portugal, de manera que a partir de ese momento decir España no será decir exactamente el territorio de la península Ibérica.

Las Hispanias

En los primeros tiempos de la romanización, los romanos consideraron la península como dos provincias para administrar, dos Hispanias. A una provincia la llamaron Ulterior (la más alejada de Roma) y a la otra, Citerior (la más cercana a Roma). La frontera entre ambas era una línea sinuosa trazada desde Cartago Nova (actual Cartagena) hasta el mar Cantábrico. Cada una de estas dos provincias comprendía:

Hispania Ulterior: Andalucía, Portugal, Extremadura, León, gran parte de la anterior Castilla la Vieja, Galicia, Asturias, Cantabria y Vascongadas. (Se entiende que todos estos topónimos son actuales, para poder entender mejor los territorios comprendidos).

Hispania Citerior: Parte oriental de la anterior Castilla la Vieja, Aragón, Valencia, Cataluña, y gran parte de la anterior Castilla la Nueva. (Se entiende que todos estos topónimos son actuales, para poder entender mejor los territorios comprendidos).

En el año 27 adC, el general y político Agripa hizo un cambio. Dividió Hispania en 3 partes, añadiendo la provincia de Lusitania que comprendía casi todo lo que hoy es Portugal (excepto la faja al norte del río Duero) y casi toda Extremadura y Salamanca (actuales).

El emperador Augusto en ese mismo año vuelve a hacer una nueva división que queda así:

Provincia Hispania Ulterior Baetica (Bética), cuya capital era Córdoba. Incluía algo menos que la actual Andalucía ya que la actual Almería y gran parte de lo que hoy es Granada y Jaén caían fuera, más la zona sur de la actual Badajoz. El río Anas o Annas (Guadiana, de Wadi-Anas) separaba la Bética de la Lusitania.

Provincia Hispania Ulterior Lusitania, cuya capital era Emerita Augusta (Mérida). Provincia Hispania Citerior, cuya capital era Tarraco (Tarragona). Poco después, al cobrar máxima importancia esta provincia se llama simplemente Tarraconensis y se incluye en ella lo que hoy es Galicia y el norte de Portugal.

Llegando ya al siglo III de nuestra Era, el emperador Caracalla hace una nueva división que dura muy poco tiempo. Divide la Citerior otra vez en 2 creando la nueva Provincia Hispania Nova Citerior con Asturiae-Calleciae (actual provincia de León). Pero esta rara división que los historiadores no llegan a comprender duró muy poco y en el 238 quedó restablecida la Citerior Tarraconensis en su unidad.

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